Por Javier "Show" Villalpando
Dawnbringer
Nucleus
Profound Lore Records
El heavy metal resulta maravilloso, contagioso, otorga un sentido de empoderamiento, de fuerza y de fidelidad a un sonido que se convierte en la banda sonora de la vida de millones de personas. Esa grandeza (y a la vez sencillez), es captada maravillosamente en el cuarto álbum de Dawnbringer, la banda de Chicago liderada por Chris Black, uno de los héroes secretos del metal estadounidense.
Desde su disco pasado In Sickness And In Dreams, Dawnbringer amenazaba su tremenda grandeza compositiva y poderosas guitarras, sin embargo, la identidad era un elemento del que carecían, no porque se parecieran a otra banda, sino por un sonido inconstante en el que disfrazaban su virtuosismo para hacer canciones con estructuras más del death metal y sonidos menos pulidos.
Pero en 2010 llegó Nucleus, una aplastante obra consistente de inicio a fin, en el que el principal personaje del álbum es “la canción”, temas que hacen recordar el por qué el heavy metal es tan amado, el porque ese póster de Maiden o ese parche de Motörhead están en donde están. Nucleus está lleno de metal orgánico, conciso, preciso, sincero y clásico, y lo hacen mejor que las bandas europeas que claman hacer ese tipo de metal y se pierden en el intento.
Dawnbringer se basa en el thrash metal, pero no en ese thrash que se muta hacia lo punk, si no el thrash concebido en la NWOBHM, con rapidez pero con fluidez y melodía, combinado con inteligentes cambios de ritmo “a la Maiden–Priest” y con una voz carraspera tipo el Hetfield de antaño, o bien un Lemmy con menos cigarrillos.
So Much For Sleep abre el disco a modo de trailer cinematográfico. Sobre lo que encontraremos ahí dentro, de acuerdo a la declaración anterior, las canciones son el actor principal de esta obra redonda que no cojea, y que se amalgaman perfectamente una con otra sin llegar a ser monótono, aburrido o lineal; por el contrario, canciones como Like An Earthquake, toman las riendas por un camino trepidante y oscilante, que pasa de lo lento a lo rápido y que galopa en un ritmo de bajo muy a la John Paul Jones. Quizá The Devil y Swing Hard sean mejores ejemplos de cómo una canción redonda y bien armada, no necesita ser compleja ni llena de talento desbordado para ser disfrutable y coreable.
Dawnbringer y su Nucleus, nos traen un excelente álbum de heavy metal clásico que aterrizó en el 2010 para venirnos a recordar el por qué tener fe en el género, el por qué vale la pena alzar un encendedor en un concierto, vestir ese viejo chaleco y hacernos ver que aún hay héroes que levantan un clásico estandarte que el viento nuevo y turbio jamás hará caer.

Kylesa
Sin embargo, a pesar de que las canciones son fuertes, Spiral Shadow funciona mejor como experiencia completa, de inicio a fin, sin pausas, es como dejar que una bola de nieve se vaya haciendo más grande conforme los temas avanzan y nos vamos inundando en la espesura de lo que Kylesa pretende y logra con este CD.

Los que mencionan que el “heavy metal está de regreso”, no sé en dónde estaban metidos. El heavy metal nunca se ha ido, ni en esos años en que el thrash y el grunge, el geath, el glack y el gótico eran los géneros de moda. Que fuera menos popular es otra cosa. Sin embargo, de unos años para acá se ha notado una fuerte tendencia a que nuevas bandas retomen el sonido y estilo de los 80. El asunto es que unos lo hacen bien y otros no. Lo peor que puede hacer un grupo es copiar a sus héroes pues eso te hace ser simplemente un clon de quinta categoría y una banda sin futuro, o si bien les va, una fama efímera.
manera más discreta. Aquí escucharán por todos lados referentes y lugares comunes de la ola británica (NWOBHM), pero de forma apática: canciones sin un riff poderoso, un coro llamativo, no hay dinamismo, aunque se esfuerzan. Y ciertamente la producción no ayuda en lo más mínimo, de hecho está dispareja. El vocalista/bajista, que responde al apelativo de Possessed, no tiene muy buena voz; el trabajo de guitarras está decente, la batería cumple a duras penas el trabajo. Por todo ello, no es un disco que sea muy necesario conseguir.






Volbeat
Barney Greenway de Napalm Death, en dos tracks bastante buenos, que la verdad hacen destacar al disco, junto con la canción abridora. 7 Shots, el trAck que tiene a Petrozza, es una composición agresiva disfrazada de hillbilly y bluegrass, pero que se extiende hacia una poderosa canción de metal clásico con la intervención del frontman alemán. Y Evelyn, el corte en el que interviene Greenway, podría ser de la época dorada de Napalm Death en la era Lee Dorrian, pero con la voz de Greenway, muy disfrutable.
Siempre considerados como segundones en el thrash metal,
aparecida en su disco debut. Como dije, no hay canciones flojas aquí y uno debe de hacer ejercicios de calentamiento para hacer headbang como debe de ser a lo largo de este discazo de nueva rolas. Lo único chocante del asunto es la portada tan maniquea, en la que se nos dice claramente que los gabachos son los buenos, y todos los demás, los malos. Por cierto, la foto interior fue tomada en el Circo Volador de la Ciudad de México, cuando tocaron hace un par de años. Existe en disco, aunque sin póster.

En todo el mundo del metal moderno, y a ésto me refiero por todo lo hecho en la era Post-Pantera y Nü Metal, hay demasiadas inconsistencias, mucha carencia de identidad, y zonas grises que no son fácilmente llenadas, y más si careces también de talento y un concepto distinto.
Hay que otorgarles crédito a NLFT por su esfuerzo, por querer intentar algo, y habrá que darles también, el beneficio de la duda para un siguiente álbum, pero es justo este metal tan hecho rápido y con metrónomo, que parece sin sentimiento y creatividad, en lugar de tomar sus influencias y convertirlo en algo bueno, se ponen el freno de mano y se limitan sólo a querer ser, y dejan de hacer.

Desde el surgimiento de la Segunda Ola del Black Metal (finales de los 80’s, principios de los 90’s) que fuera el movimiento que definiera el género en sí, se han ido gestando diferentes sub-géneros dentro del black que mutan hacía terrenos más melódicos, e incluso más ambientales y atmosféricos. Iniciando la tercera década de existencia del black metal, llega
Sin cuestión alguna el disco te atrapa desde que inicia, sin embargo, las canciones de repente sufren de ser cortadas de la misma tela, del mismo patrón, por lo que requerirá varias escuchadas para poder ser disfrutado al máximo y apreciar las sutiles diferencias entre las canciones, y apreciar por sobre todo, el sentimiento y lo pegajoso que puede llegar a ser en momentos.

Para ser sinceros, Sodom nunca ha dado un mal disco, y menos ha llegado a los bajísimos fondos que Kreator y Destruction, así que los que les guste el Sodom contemporáneo, deben de conseguir este disco que está al nivel de sus clásicos recientes como el M-16, por ejemplo. Como nota adicional diré que este es el último disco que graba Bobby, pues recientemente se ha separado del grupo y ya hasta tiene sustituto.

Ahora que ya es cosa común editar libros, pocos desaprovechan la oportunidad de hacerlo. Tomas Warrior es uno de muchos vivarachos que no dejarán pasar la oportunidad.