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* Con un show de grandes éxitos
Ciudad de México, noviembre 17, 2016 (Francisco Zamudio/S&D). A través de un concierto que pasó como un suspiro, la icónica agrupación británica de heavy metal, Black Sabbath, se despidió de México la noche de ayer, en el marco de su gira The End, la cual concluirá el próximo 4 de febrero, en donde todo nació a fines de los años sesenta: Birmingham, Inglaterra.
Alrededor de las 21:36 horas, arropados por los fuertes destellos de una luna brillante, así como un cielo despejado, que detuvo una previa y destructiva labor pluvial de varias horas sobre el Valle del Anáhuac; más de 61 mil espectadores recibieron con una estruendosa ovación a John Michael “Ozzy” Osbourne, a Frank Anthony Melby “Tony” Iommi y a Terence Michael Joseph “Geezer” Butler.
Los miembros fundadores de Black Sabbath, se hicieron acompañar del baterista estadounidense Tommy Clufetos, miembro de la banda solista de Ozzy, quien posee un amplio historial con gente importante tipo Ted Nugent, Alice Cooper y Rob Zombie, entre otros. Asimismo, los teclados estuvieron a cargo de Adam Wakeman, hijo del célebre ex tecladista de Yes, Rick Wakeman.
“Black Sabbath”, la primera canción de su homónimo álbum debut, se abrió paso entre la multitud con su carga pesada, agobiante, claustrofóbico-satánica. Ese sonido que inventó Iommi como forma de supervivencia, tras guillotinarse 2 yemas de sus dedos derechos en la fábrica donde trabajaba, volvió a escucharse poderoso pero angustiante, magnificente aunque opresor a la vez.
“Fairies Wear Boots” del disco Paranoid, cortó la noche para darle paso a una canción invocada del Master Of Reality (1971): “After Forever”. “Los amamos, gracias por venir esta noche”, dijo Ozzy, quien no estableció una comunicación más profusa con sus fans aztecas la noche de ayer, aunque varias veces se transformó en el maestro de ceremonias perfecto para ambientar la fiesta.
Considerada desde sus inicios una agrupación adoradora del diablo y su cantante un digno “Príncipe de la oscuridad”, es para tomarse en cuenta el que Ozzy lanzara durante el show varias consagraciones, del tipo “Dios los bendiga a todos”, y no cubetazos de agua, tal cual suele hacerlo en sus presentaciones en solitario. Como en 1995 al interior del Palacio de los Deportes.
Pero en efecto, no era una presentación de Osbourne sino una anunciada última vez que veremos acá a la banda, cuyo récord en México inició en 1992 con Ronnie James Dio al frente o el pasado 26 de octubre del 2013, en su Black Sabbath Reunion Tour. Por supuesto, para la historia quedó aquel octubre de 1989, año en que le fue prohibido actuar al grupo por las autoridades mexicanas.
A ese capítulo acontecido en San Luis Potosí, donde la presión de las autoridades eclesiásticas terminó por imponer férreamente su censor criterio, podríamos aumentarle la actuación de Iommi, Butler, Dio y Vinnie Appice en octubre del 2007 como Heaven And Hell, donde también y por obvias razones, sonaron algunos temas del Black Sabbath liderado por Ozzy. Aunque el purismo dicte que no.
Fue así que “Into The Void” y “Snowblind”, escoltaron a otro de los momentos climáticos de la velada con “War Pigs”. Aquí la muchedumbre no sólo acompaño a los músicos con un coro monumental, sino que provocó una vibración cuyo efecto en forma de onda, hizo temblar el piso y sacudir las gradas del Autódromo Hermanos Rodríguez.
De vuelta a febrero de 1970 con “Behind The Wall of Sleep” y “N.I.B” de su primer álbum, llegó el momento para Cufletos de mostrar su valía al interior de la banda, después de que Bill Ward, el primigenio “rompe parches” del grupo, no se incorporó a las últimas 2 giras por problemas de salud, según ha declarado Geezer Butler, aunque Ward lo desmintió después en sus redes sociales.
Entre “Rat Salad” y “Iron Man”, Clufetos soltó sus extremidades y su juventud para hacerse sentir durante algunos minutos. Él no es Ward, efectivamente, pero se ha encargado de anclar dignamente la base rítmica del grupo durante estos años, los últimos al parecer en la vida de quien detonó ese fenómeno de masas dentro del rock, llamado heavy metal.
“¡Los amamos México!” soltó un Ozzy Osbourne quien, hace unas horas, salvo en la primera parte de “Dirty Women”, donde ajustó la perilla en su voz hacia abajo – sólo para recomponerse en la parte complementaria-, lució un talante vocal acorde con su propia leyenda. “¿Cómo puede cantar bien, si habla como tartamudo?”, preguntan unos. El rock hace milagros, dirían otros. ¿O diríamos?
“Children of the Grave”, una maravillosa e inspiradora composición, cuya influencia se puede escuchar claramente en rolas tipo “Por piedad” del grupo mexicano Luzbel, golpeó el pecho de una masa que respondió eufórica, vibrante. Miles de gargantas entonaron esperanzadoramente líneas como “Combatirán al mundo hasta que hayan vencido y el amor empiece a fluir”.
Una vez concluida la canción, Iommi y su comitiva (porque contra cualquier creencia popular, es Tonny y no Ozzy el jefe supremo en Black Sabbath) se retiraron aunque no fue por mucho tiempo. Todos en el lugar sabían lo que a continuación vendría mientras, azuzados por el propio vocalista, soltaban la futbolera “Oe, oe, oe, oe… Sabbath, Sabbath”.
Y así, tras una breve introducción guitarrera, Iommy soltó los enloquecidos demonios de “Paranoid”, la pieza más reconocida de Black Sabbath en México. Y entonces chicos y grandes se unieron en un gran baile, en una lúdica celebración de esa música pionera, introductoria de otra forma de sentir el rock. El heavy metal fue recreado por aquellos que son considerados como sus progenitores.
La perfección no existe, así que muchos se fueron con un agridulce sabor en los labios. Seguramente esperaban más, ganchos al hígado tipo “Sabbath Bloody Sabbath”, “The Wizard” o “Sweet leaf”, quizá un set especial por ser “la última vez”. Pero todo está ya perfectamente bien delineado, estudiado, quizá hasta la prohibición de fotógrafos profesionales en el recital (incluido el de quien paga).
Sobre si esta será realmente la última vez que veamos a Black Sabbath en México, todavía falta la última palabra, la de la vida misma. Iommi declaró no hace mucho que su cáncer está en remisión y casos recientes como el de Scorpions, cuya gira del adiós lleva ya 10 años, nos hacen pensar que mientras respiren, todo puede pasar en el futuro.
Si en efecto esta página cierra en definitiva el libro… Podemos asegurar que la lectura (o mejor dicho, la escucha del tomo), fue en verdad sorprendente.
Fotografías: Archivo Serch And Destroy, por Rebeca Martell (Tomadas el 22 de noviembre de 2013 en Estocolmo, Suecia).