Por Samuel Segura
Majestic Downfall
The Blood Dance
Chaos Records
Escuché por error de atrás para adelante el nuevo disco de Majestic Downfall. Eso me hizo pensar en aquello de que “se deja lo mejor para el final”. De ocho canciones que son en The Blood Dance, la octava bien podría abrir el disco. Sin embargo, y conforme avanzó, sentí que cualquiera pudo haber iniciado y cualquiera, también, pudo haber cerrado. Eso me hizo pensar en aquello de calificarlo como un “disco redondo”. Es así, pero, y lo agradezco enormemente, este material se aleja de esos lugares comunes. Su camino es otro. Es un paraje desolado, con árboles deshojados a punto de derrumbarse. Así me lo hace imaginar. Porque lo que hace este álbum es crearte imágenes en la mente. Y hacerte sentir desde el primer momento su música, que ya no sabes si es doom a secas o si tiene algún toque mínimo de otro género, como dark metal, o si se encamina hacia el death. No sabes si la herencia es de My Dying Bride, de Sentenced o de Amon Amarth. Pero eso sí, ambas cosas van de la mano: sientes la música, cierras los ojos y ya estás en aquel paraje en donde nadie habita. En el que estás solo tú y el camino. Tú, guiado por el tempo que va despacio al inicio y que a veces acelera, como una turbulencia, como un momento de ira. Tú, totalmente libre y a su vez a merced de lo que la música dicte, de lo que se aparezca de frente, que es impredecible. Tú, escuchando claramente cada palabra pronunciada, piensas, por dos voces o tres, que te hablan como si supieran todo de ti. Pero es un solo hombre, Jacobo Córdova, quien creó toda la música en algún lugar de Querétaro. Eso me hizo pensar en aquello de que la desolación es universal.