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Triptykon, 1349, Yakuza – Cobertura especial en L.A.

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Domingo 24 de Octubre de 2010
El Rey Theatre
Los Angeles, California
Por Javier Show  (Enviado Especial)
Fotos: Juan Jorges "Kanon" (Facebook: facebook.com/kanon.photography)

Una tarde un tanto fría en Los Ángeles, California, con un poco de lluvia y nubes espesas; parecía ser al paisaje ideal para entablar un ritual musical lleno de texturas, oscuridad, ocultismo, y para ver a la cara a una de las más grandes leyendas del metal extremo mundial: Tomas Gabriel Warrior.

Triptykon, 1349 y Yakuza conformaban el cartel para la noche, tres bandas muy distintas entre sí, pero con el común denominador del metal y la fuerza sónica. Yakuza con su metalcore, mezclado con jazz y metal progresivo; 1349 con black metal clásico noruego, rasposo, rápido y demoniáco; y la carta fuerte de la noche, Triptykon, la agrupación heredera de las glorias de Hellhammer y Celtic Frost, con Tom G. Warrior al frente de un nuevo y grandioso proyecto.

El cartel era muy diverso, por lo que el público también lo era; diversas generaciones, diversas nacionalidades, el latino era una fuerza presente, quizás más del 50% del público. Maquillajes, chamarras, estoperoles, y mucha actitud y disposición eran lo que caracterizaba al público angelino esa noche.

Yakuza fue el primer conjunto en tomar el escenario en punto de las 8:00 pm.; se enfrentaron ante un escepticismo grande de la audiencia, sin embargo a la banda de Chicago pareció no importarles eso, ya que poco a poco se fueron ganando movimientos de cabeza, el respeto del público, aplausos y la aceptación de la gente. Su set consistió en un 100% de canciones de su último y excelente material, Of Seismic Consequence, abriendo con uno de los mejores tracks del álbum, Be That As It May, en donde la banda hace lucir sus mejores dotes de composición y ejecución, y bien es un pilar de lo que es el disco como concepto. A pesar de contar con saxofones y clarinetes, esto no despertó más que admiración en la gente, siguiendo paso a paso los movimiento de Bruce Lamont y su fuerte presencia escénica. Llegó un gran momento donde presentaron Farewell To The Flesh, una canción de casi diez minutos, y que podría cohibir a un inmaduro Opeth, con todos sus pasajes y cambios de tiempo; una maravillosa ejecución en vivo. La noche para Yakuza cerró con Good Ridance, su track más “convencional” y en el qué dejaron un buen sabor de boca en aquellos que eran vírgenes de la banda, y que nos dejó con ganas de mucho más, a aquellos que los seguimos desde antes.

Dado que esta gira es compartida como actos estelares por Triptykon y 1349, se turnan cada noche para cerrar el recital, por lo que la leyenda de Tom G. Warrior y su banda, fueron los siguientes en tomar por asalto el recinto de El Rey Theatre. El público se conglomeró hacia delante, los puños comenzaron a alzarse, la gente asentía, la atmósfera era cada vez más pesada y densa, sin embargo, era más íntima. Estábamos ahí ante un viejo conocido, ante una leyenda, ante un innovador y gran frontman, Triptykon la joven banda  más respetada del Mmetal tomaba el escenario en algo que parecía más una misa y un ritual, que un simple concierto.

El set abrió con Procreation (Of The Wicked), un clásico de Celtic Frost, quizás para saludarnos con una mano conocida para después darnos a probar un nuevo alimento. La versión era más lenta, más espesa, más como formato de banda doom progresiva que aquella que revolucionó el metal e inventó el black metal. Después siguió Goetia, canción que abre su flamante álbum debut Eparistera Damoines, y en la que su trepidante ritmo y pesadas guitarras, pusieron al público a su merced. Los coros que su guitarrista V. Santura emitía, eran directos de las profundidades del averno, lo cuál hacían al público gritar a su ritmo mientras levantaban el puño como un ritual guerrero.

La presencia magnética de Warrior era innegable, captaba las miradas aún estando él de espaldas, se dirigía con gran economía de palabras al público agradeciendo como un caballero la presencia del respetable. Siguió con Circle Of The Tyrants, otro clásico de Celtic Frost, y después Abyss Within My Soul, ésta última de Triptykon, un corte que llevó a un momento de epifanía, en donde todo era contemplación y capacidad de asombro por ver a una agrupación inédita desenvolverse como leyenda, de ver a una leyenda con un brío de juventud muy especial.

Siguieron dos más de Celtic Frost, con The Usurper de su clásico To Mega Therion, y después Synagogue Satanae de su último álbum, Monotheist, ésta creó la atmósfera de ocultismo, venganza y densidad necesaria para expresar los demonios más profundos de Warrior, de cómo de ese sentido de derrota de perder Celtic Frost, pasó a la renovación espiritual y musical con Triptykon. El ritual terminó de manera espectacular con The Prolonging, canción que en vivo excedió los 20 minutos, con mucha pasión y sentimiento, la voz de su frontman era casi gutural, y mostraba el renacer perfecto de un hombre encarnado en una nueva faceta. “As you perish, I shall live”; adiós a Celtic Frost y bienvenido Triptykon. Grande eres Warrior.

El final de la noche, fue a cargo de la súper banda 1349, quienes lograron animar al público angelino con dosis de clásico y puro black noruego, de ese que raspa y duele, de ese satánico que te provoca enraizar al ritmo de la batería de Frost. La gente se encontraba un poco más dispersa cuando 1349 estaba en el escenario, aunque más enérgica que antes, mosh pit, puños al aire, gritos de guerra, coros y mucho derroche de garganta fue lo que la gente le entregó a los noruegos.

Si bien musicalmente el show de 1349 no estuvo tan nutrido como el de los anteriores, si fue la energía el gran momento aquí, dada la monotonía que el black metal a veces puede presentar en vivo, fue gracias a clásicos como Riders Of The Apocalypse, o Aiwass Aeon, que los muy fans respondían con entusiasmo al momento más oscuro de la noche. Llegaron también temas de su último material Demonoir, como Psalm 7:77 y Atomic Chapel, que encajaron bastante bien en el setlist total de la banda.

Un gran punto a destacar aquí fue la perversa y admirable velocidad y habilidad para tocar la batería de Frost, si duda lo mejor de 1349 en vivo; es una máquina para tocar su instrumento y desenvolverse como casi un frontman oculto detrás de los tambores, todos en la banda le dan cuentas a él de cómo tocar y cómo hacer bien las cosas. Ravn como frontman era muy inocente, pero Frost actúa como la mente maestra detrás de esta gran obra perversa.

Celtic Frost – Monotheist

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El Celta y su Culto Monoteísta

Por Antonymous Ayala

Celtic Frost
Monotheist
(
2006)

Nació, creció, murió y resucitó de entre los muertos, pero no, no es la popular historia de un nazareno. Me refiero a su majestad Celtic Frost, el hijo predilecto de Thomas Gabriel Warrior y Martin Eric Ain, cuya gestación fue Hellhammer, de vida efímera a principios de los 90 y que con la publicación de tres demos más el EP Apocalyptic Raids, bastó para consagrarse como banda culto, un referente de oscuridad en el metal.

De esta primera muerte surgió Celtic Frost, banda que extendió la incipiente leyenda sueca hacia el orbe con Morbid Tales (1984), el clásico EP, Emperor’s Return, luego la obra cumbre To Mega Therion (1985) con su polémica portada de Satanás jugando con el crucificado a modo de resortera, imagen creada por el artista H.R. Giger. De estas obras se desprende una combinación de thrash, black y death metal que les asegura un lugar imborrable entre los grandes íconos del metal. En 1987 ve la luz el álbum experimental Into the Pandemonium del que ya puede considerarse una adelantada propuesta de avant-garde.

La satanísima trinidad estaba conformada, siendo un pozo constante del cual nuevas generaciones de bandas, absorbían de sus aguas para levantarse en pie de guerra, inspiración que continúa hasta nuestros días con Dethroned Emperor, Morbid Tales, Procreation of the Wicked, Circle of the Tyrants, Return to the Eve, himnos que con respeto y honor han interpretado diferentes bandas como Sigh, Amorphis, Paradise Lost, Anathema, Dimmu Borgir, Sarcófago, Samael, Tiamat, Emperor, Mayhem, My Dying Bride, Darkthrone, Satyricon, Gorgoroth y 1349, entre otras.

Así crecido, así poderoso, Tom en las guitarras y voz junto con el bajista y voz, Martin, erigieron su propio gólgota en el lapso de 1988 a 1990, donde estropearon el desarrollo de su música al editar Cold Lake y Vanity/Nemesis, los maderos de su propia crucifixión y profana sepultura. Ahí quedaron para el triste recuerdo de una banda que se pudrió en vida.

Este abrupto final no podía ser el último testamento de Celtic Frost y para principios del tercer milenio, las huestes cobrarían venganza con sus miembros originales, acompañados por Erol Unala en la segunda guitarra y Franco Sesa con la batería, que en las frías montañas del norte de Europa fueron componiendo el denominado “álbum más oscuro que Celtic Frost ha grabado”.

Este trabajo en el que intervino como productor el experimentado Peter Tägtren (Hypocrisy, Pain, Bloodbath,) fue expuesto hasta 2006 y titulado lacónicamente Monotheist. El culto lúgubre se instituía por segunda ocasión desde sus propias cenizas, una resurrección endemoniada que contenía la designación de doce apóstoles, divididos en nueve epístolas y un corolario tres partes.

El álbum abre con un par de canciones descomunales. Progeny junto con Ground, son piezas machacantes, enlazadas con un riff de metralla seco, pausado, en donde el bajo y la batería retumban como eco a la vez que se impregna la frase del reclamo: “…Oh God, why have you for saken me?…”, igualmente grave como la desgarrada distorsión que eligieron.

La tercera epístola se denomina A Dying God coming into Human Flesh, de la que editaran un video dirigido por Giger para diseñar las imágenes, gélidas como la propia lírica de metamorfosis que relata. Los coros de la alemana Lisa Middelhauve (Xandria), abren Drown in Ashes, otro pasaje melancólico que se desdobla en un ambiente de penumbra y duelo. Sin pausa y encadenado, le sigue la pieza tal vez más filosófica, tomada de los textos escritos por Aleister Crowley, Os Abysmi Vel Daath con su estribillo desgarrador “…I deny my own desire…”, acompañada de arreglos operísticos y clásicos que incluyen lamentos de un instrumento de viento.

La sexta epístola Temple of Depression, en donde se escuchan los berridos de Ravn (1349) y Oscured, es otro par de canciones dolorosamente siniestras, ambas acompañadas por los delicados coros femeninos de Simone Vollenweider. Este espacio lúgubre a manera de ‘intermezzo’ es seguido por Domain of Decay, un viaje a las composiciones más antiguas de la banda, con ese compás thrashero de sus primeros álbumes pero que se ha regenerado con la madurez de la banda para componer.

Una de las epístolas más extensas se encuentra en Ain Elohim, religiosamente bélica es también una de las canciones más agresivas, con los coros entrecortados y ese cambio de ritmo a mitad de la canción que a cada paso se va encendiendo y enarbolando con el estandarte del Tetragrammaton, hasta los desesperados gritos con los que cierra la pieza: “…i live, i die. Ain Elohim…”.

En el final de Monotheist se encuentra en el tríptico, cuya primera escena Totengott es un pasaje programado por Tom G. Fischer y relatado por Martin Eric Ain, se escucha alucinante, enfermo y bien podría disputar un duelo con la terrorífica Danse Macabre del EP Morbid Tales.

Le sigue la composición maestra Synagoga Satanae, una muestra indiscutible de la genialidad musical y lírica en sus casi quince minutos de duración, incluye el coro de un cuarteto operístico y las participaciones de Satyr (Satyricon) y Peter Tägtren. La pieza cuyo sólo nombre puede evocar reacciones blasfemas y piadosas con esos versos en latín que se vocifera a regañadientes, donde al minuto seis cambia para envolverse en una neblina fúnebre, interrumpida por escalofriantes gritos “…rise. Synagoga Satanae, lies. Lucifuge Rofocale…”, se recita un manifiesto satánico en alemán que va repitiendo hacia la conclusión definitiva que agoniza durante un par de minutos.

Monotheist cierra con la nostálgica e instrumental Winter (Requiem, Chapter Three: Finale), compuesta por Fischer, en donde colabora el director Christoph Littmann para conducir los arreglos de música clásica que se esparcen dolorosamente, una irónica despedida. Así concluye el disco y el réquiem iniciado en su primera parte con Rex Irae, grabado para Into the Pandemonium, quedando pendiente el capítulo segundo.

El monoteísta fue publicado en 2006, llevando a Celtic Frost de nuevo a la escena mundial, las entrevistas, festivales, reseñas y noticias en la prensa especializada, los condujo a la carretera para un tour que concluyó con una macabra y contundente presentación en la Ciudad de México. Con desgracia, se convirtió en la última presentación de Celtic Frost en el mundo entero.

Oficialmente la banda se encuentra separada desde el 9 de abril de 2008. En estado de coma, según Martin Eric Ain. Queda por sentado en los anales de la historia del metal, el paso de Celtic Frost, un legado de huella imborrable, que se mantiene ardiendo y alumbrando a las hordas que emergen del inframundo. Sé que no es su fin, el Celta solo ha tenido una segunda muerte, de la que se levantará con pesadez en cualquier momento, solamente que nadie sabe el día ni la hora.