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Sigh – Scenes From Hell

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Por Juanito el del Demo

Sigh
Scenes From Hell

The End Records

Scenes from Hell es el octavo disco de estudio de Sigh, pero ¿quiénes son en realidad? Para empezar, se trata de una banda de black metal japonesa, que comenzó su trayectoria en 1993 en la disquera de Euronymous llamada Deathlike Silence Records… dados estos antecedentes, el escucha debe quedarle claro que Sigh no sería la primera elección para amenizar un bautizo (a menos que tu hijo vaya a llamarse King Diamond); en efecto, se trata de música extrema realizada por músicos en realidad virtuosos, pero poco convencionales.

La primera impresión al escucharlo es la de tener en nuestro reproductor a un heredero de Dimmu Borgir —banda que ha construido muchos cimientos en el terreno del black metal sinfónico—; sin embargo, después de exactamente 55 segundos, nos damos cuenta de que hay mucho más atractivos que subyacen escondidos en las profundidades de esta escabrosa y desconcertante obra, de la que brotan espontánea y sorpresivamente elementos ajenos al rock, como saxofones, danzas folclóricas, orquestas pueblerinas y pasajes de jazz; pero también llama fuertemente la atención la inclusión de guitarras de rock de los sesenta u órganos sicodélicos —lo que resulta aún más drástico—, con lo que la mente maestra de la banda, Mirai Kawashima, nos mete a la fuerza en su mundo retorcido y asfixiante.

Conceptualmente, el álbum es un recorrido desde la agonía de su protagonista hasta su arribo al averno, que comienza con las visiones apocalípticas de Prelude to the Oracle y culmina con el tema que da nombre al disco, Scenes from Hell, con títulos referentes a tumbas y funerales de por medio, creando únicamente con música una serie de imágenes mentales que envidiaría Tim Burton para su desabrido País de las Maravillas. Muchos de los pasajes dan la impresión de haber sido inspirados por la banda sonora de alguna alocada película de ambiente surrealista de Fellini o de Kusturica, y ciertamente, para vislumbrar la residencia de Satán, parece lógico que nuestra mente se despegue de la realidad conocida, en un estado de vigilia.

Aunque en realidad no guardan ninguna semejanza con otros de sus paisanos, vale la pena considerar el acercamiento tan poco ortodoxo que los músicos asiáticos tienen respecto a cualquier forma artística, pues si bien en la cuestión del rock han asimilado el espíritu occidental (siendo, en específico el black metal, un estilo netamente europeo) lo han re-elaborado y adaptado a su manera.

Tanto delirio puede resultar perjudicial para la estabilidad mental del escucha, pero en las dosis adecuadas resulta como un estimulante traído del lejano oriente, que durante 43 minutos nos hará vislumbrar ocho escenas bastante explícitas del destino que nos aguarda a quienes no hemos llevado una vida apegada a las normas morales dictadas por el Vaticano. Nos vemos allá.