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Therion: Coros operáticos y cultos esotéricos

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Sábado 5 de Junio de 2010
Circo Volador
México D.F.
Por Juan Martínez
Fotos: Germán García

Lejos han quedado los días en que Peter Hansson y Oskar Forss militaron en una banda de death metal llamada Therion; ahora, para bien o para mal, Christofer Johnsson manda en el conjunto sueco que ha tenido un número incalculable de músicos y cantantes invitados y que está por editar su producción 2010 con una alineación inédita, de las cuales, la noche del sábado tuvimos un adelanto (tanto de la alineación como de la obra). Lo cierto es que todas las veces que Therion ha venido a la Ciudad de México, ha demostrado ser un grupo bastante exitoso, con una base de seguidores estable (que podrían dar testimonio sobre cada arruga que ha aparecido en el rostro de Johnsson o la cuenta de los cabellos que ha perdido desde su primera visita), quienes festejaron con buen ánimo el regreso de la agrupación. El mismo Johnsson confesó hacia el final del evento que, a pesar de estar en medio del lanzamiento del nuevo álbum, cuando le ofrecieron regresar a México accedió feliz y armó un setlist con canciones que hacía mucho tiempo que no tocaban en otros países.

La evolución en la música de Therion es homóloga a la dinámica de sus presentaciones en vivo; hace algunos años, los vocalistas y coristas que no se llamaban Christofer Johnsson se acomodaban discretamente en una esquina al fondo del entarimado; hoy que Johnsson ya no canta y que la música del conjunto se apoya principalmente en las vocales y sus coros operáticos, los cantantes se pasean por todo el escenario, de arriba abajo, encarando y animando al público en una especie de frenética fiesta medieval, que celebraron frente a una escenografía que parecía sacada de Castlevania y en cuyo fondo podían leerse los años "1987 – 2007" (prueba de que la sacaron del baúl de la gira del vigésimo aniversario de Gothic Kabbalah). Otra demostración de la fuerza que las vocales ocupan en la banda es la permanencia de sus cantantes (el legendario Snowy Shaw, Thomas Vikström, y las gorditas Lori Lewis y Katarina Lilja participaron en aquella gira de 2007), mientras que los instrumentistas han sido todos reemplazados.

En escena, Christofer Johnsson demuestra un gran control y una elegancia natural —manifiesta más allá del distinguido traje que vestía—, manteniendo con estilo su figura y su posición, que con sutiles ademanes e indicaciones dirigía a su banda para que interpretaran acordes e incluso para que realizaran ciertos movimientos. A su lado lució el nuevo guitarrista Christian Vidal, quien usó su peculiar español para presentar el tema Quetzalcoatl; por su parte, Johnsson sólo presentó una canción, la emblemática y omnipresente To Mega Therion.

En resumen, un show dinámico y con buen sonido —salvo una falla técnica que se dio a la mitad del evento y que afectó a Lemuria—, en el que las canciones se sucedieron ligadas y prácticamente sin interrupciones, para sobrepasar las dos horas, durante las cuales destacaron ampliamente The Perennial Sophia, Wine of Aluqah y el nuevo tema, la tercera parte de Kali Yuga (con cierta reminiscencia al clásico sonido del Theli). Al final, la nota simpática fue que reemplazaron el coro de Summernight City por "Me-xi-co City". Con suerte, nos visitarán durante la gira de su álbum 2010, titulado tentativamente Sitra Ahra.

SETLIST
Rise of Sodom and Gomorrah
Schwarzalbenheim
Seven Secrets of the Sphinx
The Perennial Sophia
Asgard
Wine of Aluqah
Son of the Sun
Flesh of the Gods
Typhon
Der Mitternachtslöwe
Invocation of Naamah
Birth of Venus Illegitima
Lemuria
Kali Yuga III
Ginnungagap
Quetzalcoatl
The Khlysti Evangelist
Cults of the Shadow
ENCORE
Son of the Staves of Time
To Mega Therion
ENCORE 2
The Blood of Kingu
Summer Night City

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Search & Destroy recuerda a Frank Frazetta

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El artista que falleció el 10 de mayo pasado, Frank Frazetta, dejó este mundo a la edad de 82 años. Su arte ha sido siempre referenciado por bandas de gran nivel que usaron su trabajo para dar a conocer su música.

En la redacción de Search & Destroy, hoy lo recordamos con algunas de sus portadas que causaron impacto y que siguen haciendolo. Gracias a nuestro colaborador Juan Martínez, por el apunte.

Conoce más de Frazetta en este link.

Iron Maiden – Flight 666

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Por Juan Martínez

Iron Maiden
Flight 666

EMI Music

En 1985 Iron Maiden logró plasmar en vinilo uno de los mejores conciertos en vivo de la historia: Live After Death –grabado en la Arena de Long Beach, en Los Angeles–, una grabación que marcaría un parteaguas para las presentaciones de las bandas de metal, gracias a su deslumbrante espectáculo y a la calidad de su sonido; ahora, el registro de la gira mundial Somewhere Back in Time, llevada a cabo entre 2008 y 2009, constituye un logro aún mayor, algo sin precedentes para cualquier grupo o artista que alguna vez se haya presentado en vivo en la historia de este mundo.

Para comenzar, el grupo, con motivo de sus 30 años de vida, armó un repertorio con las canciones más representativas de sus años dorados, principalmente lo realizado entre The Number of the Beast y Seventh Son of a Seventh Son (con las únicas excepciones de Iron Maiden y Fear of the Dark); por si fuera poco, recreó el emblemático escenario de tema egipcio de la gira World Slavery Tour, realizada entre 1984 y 1985, con todo y los cambios de vestuario de Bruce Dickinson: la máscara egipcia de Powerslave, la capa harapienta de Rime of the Ancient Mariner y el traje de soldado británico de The Trooper… pero eso no es todo; a diferencia de la gira realizada veinticuatro años atrás, en esta ocasión el álbum –también doble– documenta lo acontecido en dieciséis ciudades de tres continentes alrededor del globo, por lo que podemos escuchar los alaridos de las audiencias congregadas en Mumbai, Melbourne, Monterrey o Costa Rica, lo que nos deja con un agradable sabor de boca y una gran emoción, al saber que los seres humanos de todo el mundo hablamos el mismo idioma cuando de música se trata.

Pero aún hay más, mucho más. El paquete consta de tres objetos: Flight 666 – The Original Soundtrack (concierto en CD), Flight 666 – The Concert (concierto en DVD) y Flight 666 – The Film (documental en DVD) y es precisamente aquí donde lo realizado por Iron Maiden se despega a millas de distancia de los sueños más locos de cualquier banda de rock; los secretos develados en el filme hacen comprender al espectador por qué esta gira fue una auténtica hazaña (por respeto a los lectores, no los contaremos aquí, pues sería echarles a perder la trama de la película), además de proporcionar simpáticas respuestas a muchas inquietudes curiosas: ¿qué hizo Tom Morello con su copia de Piece of Mind? ¿por qué regatea Nicko en Teotihuacán? ¿cómo cantan Children of the Damned en español en Costa Rica? ¿qué hace la gente de Colombia para obtener mejores lugares? ¿cuál es la canción que más emocionó a Bruce volver a cantar durante esta gira? Todo está ahí, demostrándonos que no se necesita de un guionista hollywoodense para hacernos reír o llorar.

Tal vez muchas personas no estuvieron presentes en la gira que en 1985 realizaron Dickinson, Harris, Murray, Smith y McBrain, pero esto es una compensación con creces a todas ellas. Al final, queda en el escucha/espectador una sensación de sincero agradecimiento, entendiendo por qué después de todos estos años los británicos se han mantenido vigentes, sumando ventas de setenta millones de discos sin contar con difusión en los medios, por el solo hecho de permanecer fieles a su compromiso con la música y con su público. Sin duda, el mundo es un gran lugar, pero cuando lo recorre Maiden es aún mejor.

Baroness – Blue Record

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Por Juanito el del Demo

Baroness
Blue Record

Relapse Records

Con un par de EP’s conocidos como First y Second, y un par de álbumes titulados Red Album y Blue Record, uno podría pensar que la creatividad de Baroness no se encuentra en muy buena condición; no obstante, este cuarteto de Savannah, Georgia ha logrado sobresalir de manera distinguida y triunfante, dignos del título nobiliario que ostentan —al respecto, el término “barón” viene del francés antiguo y significa “hombre libre” o “guerrero libre”, algo totalmente congruente con el estilo épico que despliegan orgullosamente—.

Lo primero que llama la atención de la obra en conjunto es la portada; cualquier transeúnte podría llegar y comprar este álbum únicamente por lo atractivo del arte: un par de mujeres despojadas de sus ropas, de carnes voluptuosas, rodeadas de fauna y vegetación en tonalidades azules, con un aire nostálgico de art nouveau. Lo sorprendente, es que el autor de las portadas de Baroness es su propio vocalista y guitarrista John Dyer Baizley, quien además de las cubiertas para su propia banda, ha creado el arte para discos como Deliver Us de Darkest Hour, Static Tensions de sus paisanos Kylesa, In Return de Torche y Phantom Limb de sus compañeros de sello Pig Destroyer, entre otros, con un estilo, además, bastante reconocible por su colorido armónico. Un gran artista, en definitiva.

En el terreno principal —que es el musical—, Baroness se desenvuelve en el subgénero del sludge metal, un estilo atascado que ha encontrado sus principales representantes en el sur confederado de los Estados Unidos, en específico con bandas de Nueva Orleáns como Crowbar y Eyehategod, y en los también nativos de Georgia, Mastodon, con quienes Baroness tiene varias semejanzas, pues han expandido sus composiciones al nivel de obras progresivas, alterando sus ritmos, timbres vocales y tiempos, al grado de lograr transmitir una gran cantidad de sensaciones y estados de ánimo, pero siempre regresando al terreno de los riffs intensos de la guitarra de Baizley y los ataques rabiosos de tambores de Allen Blickle, respaldados por la precisión en el bajo de Summer Welch; tal vez las canciones que mejor ejemplifiquen esta tendencia progresiva sean Swollen and Halo, O’er Hell and Hide y The Gnashing; aunque muchas de las evoluciones también se dan a través de las pequeñas piezas que sirven como transiciones entre temas: Bullhead’s Psalm, Steel that Sleeps the Eye, Ogeechee Hymnal, Blackpowder Orchard y Bullhead’s Lament, gracias a las cuales los matices alcanzan un colorido equiparable al del mencionado arte de la portada. Llama la atención el solo de guitarra de The Sweetest Curse, con un sonido muy al estilo de Brian May de Queen, haciendo eco a la realeza de los ingleses, heredada de una reina a una baronesa. La alineación la completa Pete Adams, guitarrista apenas reclutado para este álbum, pero que conoce al resto del grupo desde sus días escolares, por lo que su participación e integración en las complejas composiciones se dio de manera fluida y natural.

Las letras, como es de esperarse, hablan de reyes, caballos y espadas, en un tono épico similar al de los nativos de Austin, Texas, The Sword, pero aunque el espíritu del disco sea homogéneo, no sigue en realidad una línea conceptual. Si las cosas siguen su curso, probablemente la próxima producción de Baroness se titule Green Work, pero independientemente del título, el verdadero reto consistirá en que logren mantener el nivel mostrado hasta ahora.

Sigh – Scenes From Hell

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Por Juanito el del Demo

Sigh
Scenes From Hell

The End Records

Scenes from Hell es el octavo disco de estudio de Sigh, pero ¿quiénes son en realidad? Para empezar, se trata de una banda de black metal japonesa, que comenzó su trayectoria en 1993 en la disquera de Euronymous llamada Deathlike Silence Records… dados estos antecedentes, el escucha debe quedarle claro que Sigh no sería la primera elección para amenizar un bautizo (a menos que tu hijo vaya a llamarse King Diamond); en efecto, se trata de música extrema realizada por músicos en realidad virtuosos, pero poco convencionales.

La primera impresión al escucharlo es la de tener en nuestro reproductor a un heredero de Dimmu Borgir —banda que ha construido muchos cimientos en el terreno del black metal sinfónico—; sin embargo, después de exactamente 55 segundos, nos damos cuenta de que hay mucho más atractivos que subyacen escondidos en las profundidades de esta escabrosa y desconcertante obra, de la que brotan espontánea y sorpresivamente elementos ajenos al rock, como saxofones, danzas folclóricas, orquestas pueblerinas y pasajes de jazz; pero también llama fuertemente la atención la inclusión de guitarras de rock de los sesenta u órganos sicodélicos —lo que resulta aún más drástico—, con lo que la mente maestra de la banda, Mirai Kawashima, nos mete a la fuerza en su mundo retorcido y asfixiante.

Conceptualmente, el álbum es un recorrido desde la agonía de su protagonista hasta su arribo al averno, que comienza con las visiones apocalípticas de Prelude to the Oracle y culmina con el tema que da nombre al disco, Scenes from Hell, con títulos referentes a tumbas y funerales de por medio, creando únicamente con música una serie de imágenes mentales que envidiaría Tim Burton para su desabrido País de las Maravillas. Muchos de los pasajes dan la impresión de haber sido inspirados por la banda sonora de alguna alocada película de ambiente surrealista de Fellini o de Kusturica, y ciertamente, para vislumbrar la residencia de Satán, parece lógico que nuestra mente se despegue de la realidad conocida, en un estado de vigilia.

Aunque en realidad no guardan ninguna semejanza con otros de sus paisanos, vale la pena considerar el acercamiento tan poco ortodoxo que los músicos asiáticos tienen respecto a cualquier forma artística, pues si bien en la cuestión del rock han asimilado el espíritu occidental (siendo, en específico el black metal, un estilo netamente europeo) lo han re-elaborado y adaptado a su manera.

Tanto delirio puede resultar perjudicial para la estabilidad mental del escucha, pero en las dosis adecuadas resulta como un estimulante traído del lejano oriente, que durante 43 minutos nos hará vislumbrar ocho escenas bastante explícitas del destino que nos aguarda a quienes no hemos llevado una vida apegada a las normas morales dictadas por el Vaticano. Nos vemos allá.

Novembers Doom – Into Night’s Requiem Infernal

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Por Juanito el del Demo

Novembers Doom
Into Night's Requiem Infernal

Metal Blade

La banda de Chicago Novembers Doom, exhibe en su nombre el estigma del estilo que han abanderado; efectivamente, en el género del doomdeath, el grupo liderado por el vocalista Paul Kuhr lleva alrededor de dos décadas abriéndose camino por la fuerza en un terreno dominado principalmente por los europeos.

Desde su formación, Novembers Doom no ha podido conservar la misma alineación durante dos álbumes consecutivos, siendo Kuhr el único miembro original; sin embargo, uno a uno, ha ido encontrando integrantes de primer nivel que han llevado a la agrupación a un siguiente peldaño, dejando atrás buena parte del estilo lento y denso clásico del doom, así como las voces femeninas que normalmente acompañan al subgénero, para ir forjando un estilo propio, desarrollado notablemente a raíz de la conjunción de los guitarristas Vito Marchese y Larry Roberts en The Pale Haunt Departure de 2005 y consolidado en The Novella Reservoir de 2007. Con esta dupla, el conjunto salió ganando en términos de composición y vitalidad, sin perder el toque de honda decadencia gótica que imprimen las letras de Kuhr y que arrastran las emociones del escucha hacia el mismo infierno, justo desde donde se asoma Into Night’s Requiem Infernal —que junto con los dos discos anteriores conforma precisamente la trilogía que la banda ha realizado para The End Records.

El lanzamiento del séptimo disco de Novembers Doom, aconteció el séptimo día del séptimo mes de 2009. La producción es realizada por el bajista Chris Wisco, quien arribara en 2007 y que constituye otra de las grandes inclusiones en el grupo; no obstante, en el proceso de grabación la cereza en el pastel fue agregada con la mezcla del prolífico sueco Dan Swanö —multi instrumentista fundador de bandas como Edge of Sanity, Pan.Thy.Monium y Bloodbath—, quién además de su gran experiencia, viene a evidenciar el interés de Novembers Doom por el sonido de las agrupaciones europeas. El resultado son ocho canciones de manufactura agresiva pero con una especial atención en la melodía, apoyadas en cambios de voces contrastantes, y pasajes instrumentales de gran imaginación; un buen ejemplo de esto es A Eulogy for the Living Lost, tema en el que las partes con voces limpias están acompañadas de guitarras eléctricas y las guturales de guitarras acústicas, gracias a lo cual la energía se mantiene siempre constante. Anímicamente, los dos extremos de la amplia gama de sonidos que integran Into Night’s Requiem Infernal se localizan, en su lado más agresivo, en la violenta pieza titular, de amenazante ambiente death, ensombrecida por nubes negras que devoran la luz mientras la lluvia encubre el olor a muerte, mientras que el momento más inalterable es la melancólica The Fifth Day of March, acerca de un amor perdido —seguramente algún cinco de marzo— y que, simbólicamente, es la única letra impresa sobre fondo blanco en el libreto. Destacan también los arreglos instrumentales de Empathy’s Greed, que la transforman de acústica a sinfónica y viceversa, a lo largo de sus seis minutos de duración.

Si bien Into Night’s Requiem Infernal pretende mostrarnos la podredumbre que nos rodea y lo malo que tiene el ser humano, existe un cierto anhelo de reconciliación, paradoja que conceptualmente se emparenta con los contrastes musicales, exaltados por sus memorables estribillos. Parece que Novembers Doom ha encontrado su punto de equilibrio, esperemos que a pesar de localizarse en el otoñal mes que anuncia el final, aún tengan mucho que ofrecer.

Megadeth: Legado inoxidable

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Sábado 17 de Abril de 2010
Palacio de los Deportes
México D.F.
Por Juan Martínez
Fotos: OCESA/Salvador Bonilla


Temperamental, vanidoso, egocentrista… muchos han sido los calificativos que le han colgado a Dave Mustaine, pero lo que nunca ha estado en cuestión es su gran talento e innato virtuosismo, tanto para interpretar la guitarra como para elaborar composiciones imborrables de la memoria colectiva de la comunidad metalera, a tal grado que muchos lo consideran —y con argumentos sólidos— la verdadera mente maestra detrás del nacimiento del thrash metal. De manera incomprensible, en su última visita a México, en 2008, Megadeth fue relegado a un tugurio con un cupo de apenas 3,500 espectadores, mientras que ahora se les hace justicia y se les concede el Palacio de los Deportes, en donde caben hasta 20,000 espectadores, y el cual, hay que decirlo, estaba a reventar, con un lleno total.

Con la agrupación mexicana de metal progresivo Agora como abridores, los integrantes de Megadeth fueron apareciendo sobre el escenario en punto de las 21:00, acompañados de los tétricos acordes de Black Sabbath, mientras recibían una gran ovación por parte de los asistentes. Una situación muy divertida se dio un instante antes, cuando el público cantó eufóricamente la canción de fondo en el sonido local antes de la presentación —Two Minutes to Midnight—, como si ya se tratara del concierto principal. Sin duda, los ánimos estaban candentes.

Con sólo entrar en el recinto, la situación quedaba clara: la portada de Rust in Peace decoraba el fondo del escenario; un alivio para quienes no acaba de convencernos el Endgame (muy posiblemente, la misma sensación que experimentaron con la gira Somewhere Back in Time quienes prefieren el material antiguo de Maiden). Hubo clásicos, sin duda, pero el ingrediente fuerte de la noche consistió precisamente en la interpretación —en su totalidad y en perfecto orden— de los nueve temas del clásico Rust in Peace, recordado como uno de los grandes álbumes de metal de la historia, en la celebración de su vigésimo aniversario. Como en contadísimas ocasiones, el público mexicano sorprendió con su devoción absoluta y perfecto conocimiento acerca de la banda sobre el escenario, ya fuera lanzando al unísono un “¡Me-ga-deth!” que acompañó rítmicamente a los famosos riffs de Hangar 18 y Symphony of Destruction, vitoreando con un “¡Dave, Dave, Dave…!” la presencia instrumental del pródigo y entrañable Ellefson en temas como Poison Was the Cure, Dawn Patrol y Peace Sells, y cantando las canciones, incluso las del material menos popular, como She-Wolf y Trust del álbum Cryptic Writings — de gran manufactura, por cierto—; adicionalmente, la agrupación tocó un par de canciones del Endgame: la pegajosa The Right to Go Insane y el sencillo Headcrusher, que desafortunadamente no son las mejores, siendo preferibles This Day We Fight o Endgame, pero eso no fue impedimento para que el público las coreara animado. El mismo Mustaine reconoció: “Venimos de una gira por los Estados Unidos, y a pesar de que allá hablan inglés, no se acercan a lo que hacen ustedes”.

Inevitablemente, por momentos, al escuchar esas monumentales piezas del Rust in Peace, se extrañó la presencia de Marty Friedman sobre el escenario —quien era el impresionante guitarrista que militaba en el grupo en aquella época y, para muchos, el más fino compañero que ha tenido Mustaine—, pero eso sencillamente ya no es posible, así que tuvimos que conformarnos con Chris Broderick, quien, a pesar de no tener un currículum a la misma altura de sus antecesores (Chris Poland, Marty Friedman, Al Pitrelli y Glen Drover), no hizo tan mal trabajo reproduciendo los solos de guitarra que hicieron famosos los demás.

Para el encore, David Ellefson salió al escenario con una camiseta de la selección mexicana de fútbol, con lo que reafirmó la simpatía que los presentes sienten hacia él —aunque la triste realidad es que México volverá a ser eliminado del Mundial, pero cualquier pretexto es bueno para festejar—. Tras la inconfundible línea de bajo introductoria, un Mustaine “topless” apareció para entonar la gran Peace Sells, tras la cual, concluyó: “¡Espero que se la hayan pasado en grande, porque nosotros sí!” (“I hope you had a great time, ’cause we sure did!”). Y así, después de apenas una hora y media, el sueño terminó.

SETLIST
Intro: Black Sabbath
Skin O’ My Teeth
In My Darkest Hour
She-Wolf
Holy Wars… The Punishment Due
Hangar 18
Take No Prisoners
Five Magics
Poison Was the Cure
Lucretia
Tornado of Souls
Dawn Patrol
Rust in Peace… Polaris
Trust
The Right to Go Insane
Headcrusher
Symphony of Destruction
ENCORE
Peace Sells (con un remate de Holy Wars)
Outro: My Way (versión Sid Vicious)

Porcupine Tree: Genialidad Incidental

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Martes 13 de Abril de 2010
Teatro Metropolitan
México D.F.
Por Juan Martínez
Fotos: OCESA/Salvador Bonilla

El Teatro Metropolitan es un recinto pequeño, pero ha albergado a grandes agrupaciones, como King Crimson, Judas Priest, Fish, Yes y ahora al cuarteto liderado por Steven Wilson: Porcupine Tree, quienes, puntuales como buenos ingleses, arrancaron a las 20:30 Hrs. en punto, cuando después de la tercera llamada comenzaron a sonar los acordes de Occam’s Razor; varios asistentes desapercibidos continuaban platicando en sus lugares, hasta que el riff de The Blind House cimbró la estructura del local y la ovación no se hizo esperar. Al terminar la pieza, cuando la frase “Believe Me” apareció en la pantalla detrás de los músicos, Steven Wilson saludó al público en español y explicó que el concierto se dividiría en dos partes, en la primera de las cuales iban a tocar completo el álbum The Incident, por lo que no habría más interrupciones, y dicho esto el grupo se siguió con Great Expectations, mientras unas gráficas luminosas se proyectaban en la pantalla, proporcionando un ambiente sencillo pero bastante agradable que sirvió de fondo en varias ocasiones en lo sucesivo, con variaciones de colores y de formas, siguiendo el ritmo de la música. Acto seguido, el versátil Steven Wilson se sentó detrás del melotrón que había frente al escenario, para regalar a los presentes su interpretación de Kneel and Disconnect, que sirvió de introducción para dos de los mejores temas del álbum: la melódica Drawing the Line y la tensa pieza titular The Incident, respaldada por angustiantes imágenes de fondo que acentuaban su dramatismo. Por supuesto, las atmósferas generadas por el sintetizador del experimentado veterano Richard Barbieri fueron un aderezo primordial, mismas que se sintieron en todo su esplendor en Your Unpleasant Family. Uno de los puntos más altos de la noche fue sin duda Time Flies, durante la cual, Wilson hizo gala de una poderosa guitarra acústica, al nivel de un David Gilmour contemporáneo, y evocando en otros aspectos a Floyd, con su temática del tiempo y las imágenes campiranas de fondo. De esta manera, transcurrida una hora, el quinteto abandonó el escenario y apareció un reloj con una cuenta regresiva que comenzó en 10 minutos, al término de los cuales pudimos escuchar The Start of Something Beautiful, primera de nueve temas extraídos de sus álbumes anteriores, de los cuales el que más presencia tuvo fue In Absentia, del que interpretaron Strip the Soul, Blackest Eyes, The Sound of Muzak y Trains; por otro lado, los fans tuvieron una buena dosis de piezas raras, pues el grupo se sacó de la manga temas poco conocidos, como Buying New Soul, incluida en el disco extra de Lightbulb Sun; Stars Die, de la edición estadounidense de The Sky Moves Sideways y Remember Me Lover, del disco extra de The Incident. Al terminar el concierto, el baterista Gavin Harrison se levantó de su kit de tambores y realizó un acto de prestidigitación, desapareciendo un pañuelo amarillo entre sus manos (no faltó el espectador que gritó: “¡Magazo!”).

En general, un concierto extraordinario, que derrochó talento y virtuosismo, no obstante lo disparejo de la facha de sus integrantes, quienes vistos individualmente no parecen tocar en la misma agrupación: el look nerd de Wilson, la pinta de activista marxista de Colin Edwin, la apariencia de jazzero refinado de Harrison, el porte de señor formal del doctor Barbieri y la desenfadada imagen de rockero indie de John Wesley (ingeniero de estudio de guitarras, que acompaña al grupo en su gira); sin embargo, en la cuestión musical están más que integrados y sincronizados, manteniendo una comunicación casi extrasensorial y ofreciendo una colección de piezas en las que cada instrumento es un protagonista importante. Los que tengan la suerte de asistir también el miércoles, disfrútenlo; los que no, esperen que no tarden mucho en regresar.

SETLIST (1er. Set – The Incident)
Occam’s Razor
The Blind House
Great Expectations
Kneel and Disconnect
Drawing the Line
The Incident
Your Unpleasant Family
The Yellow Windows of the Evening Train
Time Flies
Degree Zero of Liberty
Octane Twisted
The Séance
Circle of Manias
I Drive the Hearse
2o. Set
The Start of Something Beautiful
Buying New Soul
Anesthetize Part 2: The Pills I’m Taking
Stars Die
Strip the Soul
Remember Me Lover
Blackest Eyes
ENCORE
The Sound of Muzak
Trains

The Black Dahlia Murder: Mutilaciones y disecciones musicales

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Sábado 3 de Abril de 2010
Lunario
México D.F.
Por Juan Martínez
Fotos: Guacamole Project

A las 21:15 Hrs., después de un par de actos abridores de extracción nacional y cuando el público ya estaba ansioso por ver al grupo principal, proveniente del criminal estado de Michigan en Estados Unidos, se apagaron las luces y en el sonido local comenzaron a sonar los acordes de You’re the One that I Love, la famosa canción de la película Grease, mientras los integrantes de The Black Dahlia Murder salían al escenario; justo antes de que Travolta y Olivia entonaran el conocido estribillo, los salvajes acordes de Unhallowed retumbaron entre las paredes del recinto y los oídos de los asistentes, dando inicio a una intensa sesión de death metal.

Sin duda, uno de los mayores atractivos de la música del quinteto es la privilegiada voz de Trevor Strnad, quien oscila con aparente facilidad entre los rugidos guturales típicos del subgénero y alaridos agudos, demostrando que lo que se oye en los álbumes no es producto de efectos de estudio, sino su propia versatilidad —en este aspecto, destacó ampliamente Christ Deformed—. Sin embargo, más allá de sus aptitudes, su actitud es lo que lo distingue; a diferencia de los mal encarados grupos abridores, Strnad salió al escenario con una gran sonrisa de oreja a oreja, demostrando lo feliz que lo hace actuar ante su público, dejando claro que no por tocar death metal deben necesariamente interpretar el papel de chicos rudos y dando una lección sobre la manera en la que un buen frontman debe comportarse; y así, de manera amable, pidió una ovación para las bandas teloneras. Después de A Vulgar Picture, Strnad se despojó de su camiseta, dejando al descubierto su abultado abdomen sobre el que podía leerse un tatuaje con la palabra “heartburn”. También es digno de mención el desempeño del guitarrista líder Ryan Knight –ex-Arsis–, quien con su destreza ha impreso una nueva dimensión al sonido del conjunto, hecho particularmente palpable en la interpretación de Denounced, Disgraced, pieza con un sonido de guitarra muy en la escuela del death metal melódico sueco.

Un momento memorable se dio antes de la interpretación de Closed Casket Requiem, cuando el guitarrista rítmico, el rubio chaparrito Brian Eschbach —junto con Strnad, únicos integrantes originales—, se dirigió al público en español: “¡Buenas noches amigos! ¿cómo estás?” (un error clásico de los angloparlantes que quieren hablar nuestro idioma) y después de recibir una gran ovación preguntó si alguien estaba fumando “mota”. Por supuesto, no faltó el espectador impertinente que se trepó al escenario durante What a Horrible Night to Have a Curse para darse a notar por la fuerza antes de ser derribado por los elementos de seguridad.

Y así, después de la última nota de Deathmask Divine, la banda abandonó el escenario bajo los acordes en el sonido local de la clásica You’ve Lost That Loving Feeling para poner un negro final a una actuación bastante peculiar. En la balanza, el sabor que dejó la selección de los melosos temas que presentaron y despidieron la presentación del grupo, fue que, en medio del ilusorio amor de la simplona cotidianidad de la vida, existen actos de agresividad brutal que nos sacan súbitamente de nuestra aburrida rutina… como el mismo asesinato de Black Dahlia.

SETLIST
Intro: You’re the One that I Love
Unhallowed
Funeral Thirst
Necropolis
Vulgar Picture
Everything Went Black
Black Valor
Christ Deformed
Elder Misanthropy
Closed Casket Requiem
I’m Charming
What a Horrible Night to Have a Curse
Statutory Ape
Denounced, Disgraced
Miasma
I Will Return
ENCORE
Deathmask Divine
Outro: You’ve Lost That Loving Feeling

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Dream Theater: Entre imágenes, palabras y nubes negras

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Domingo 7 de Marzo de 2010
Auditorio Nacional
México D.F.
Por Juan Martínez
Fotos: OCESA/Fernando Aceves

El concierto comenzó a las 19:00 Hrs. puntual, con la participación del grupo abridor Bigelf, un cuarteto progresivo del área de Los Ángeles, quienes apenas interpretaron cuatro canciones en un espacio de 18 minutos, durante los cuales tocaron temas como Blackball y Madhatter y cuyo momento más emocionante fue la aparición del monstruo Mike Portnoy detrás del kit de tambores —con todo y el sombrero de copa robado a Damon Fox—, para animar al público a que les diera una recepción más cálida. Bigelf no decepcionó pero tampoco lució en grande; su discreta presentación cumplió su cometido de calentar el ambiente para la aparición del acto principal.

Finalmente, a las 19:49 se apagaron las luces del Auditorio Nacional y las sombras de cuatro instrumentistas se vieron proyectadas sobre el telón frente a ellos, mientras se escuchaban los acordes de A Nightmare to Remember —la abridora de Black Clouds & Silver Linings— en medio de la ovación ensordecedora de un recinto repleto a su máxima capacidad, como ha sucedido en cada ocasión que los neoyorquinos se presentan en México. La trepidante composición de 16 minutos estremeció intensamente las almas de los asistentes, incluyendo el clímax con las vocales extremas de Portnoy. De la rudeza de la pieza inicial se cedió a las melódicas A Rite of Passage y Hollow Years, coreadas ampliamente por el público. El lugar fue sacudido con la extraordinaria Prophets of War, incluida en el complejo Systematic Chaos de 2007, y cuando parecía que el momento se caía durante la sedante Wither, regresaron con todo el poder de The Dance of Eternity, seguida de One Last Time —par de temas incluidos en uno de sus álbumes más queridos y respetados, Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory, cuya gira representó la primera ocasión que visitaron la Ciudad de México en 2000—; el torrente emocional continuó enardeciendo a la audiencia con In the Name of God, cuya inercia imparable desembocó en una combinación extraída de Images and Words, con la infaltable Pull Me Under ligada a Metropolis – Part I. Finalmente, el concierto terminó como empezó: los 20 minutos de The Count of Tuscany —el tema cerrador de Black Clouds & Silver Linings— se encargaron de culminar un capítulo más en la relación del quinteto con tierra azteca.

Como experiencia, resulta de verdad apasionante la devoción mostrada al grupo, después de sus casi veinticinco años en la escena y diez álbumes de estudio, y ese ánimo resulta contagioso para cualquier asistente que tenga sangre caliente corriendo por sus venas; una admiración que, sin duda tienen bien merecida como músicos virtuosos, serios y comprometidos, que no están jugando a editar sencillos para radio, ni a hacer duetos con los artistas populares del momento; John Petrucci es reverenciado como un dios, John Myung es respetado como uno de los mejores en su instrumento y Mike Portnoy es querido como un hermano —además de reverenciado y respetado—. Incluso el tecladista Jordan Rudess, quien no pertenece a la formación original, fue ovacionado durante sus solos, a pesar de la fea animación generada por computadora que apareció en las pantallas del local, en la que se veía una caricatura del músico vestido como el “mago de los teclados”.

Desde luego, uno siempre queda con ganas de más: después de haber presenciado en esta misma localidad un par de conciertos que excedieron las tres horas de duración, los 115 minutos de éste parecen insignificantes (de los cuales los cuatro temas de Black Clouds & Silver Linings se llevaron 50), con apenas once temas interpretados. Aún así, da gusto ver una sala para conciertos sacudida durante un par de horas por la magia del rock.

SETLIST
A Nightmare to Remember
A Rite of Passage
Hollow Years
Prophets of War
Wither
The Dance of Eternity/One Last Time
In the Name of God
Pull Me Under/Metropolis Part I
ENCORE
The Count of Tuscany