Por Sergio Alvite
Barren Earth
Curse Of The Red River
Peaceville Records
A lo largo de los años el término “supergrupo” se ha ido deformando. Quizá quien puede presumir de esa “patente” es Led Zeppelin, cada uno de sus integrantes era un genio; de ahí en adelante se fueron creando poco a poco éstas bandas de índole de “ensueño” como Blind Faith, y más al pasar del tiempo conjuntos como The Firm, Asia, Contraband, Temple Of The Dog, etc. Cada una de ellas con ventajas y sus contras; pero lo más relevante de esa etiqueta es que su tiempo de vida es muy corto y cuando no lo es, resulta extraordinario. Quienes en pleno siglo XXI nacen con la idea de contrarrestar ese estereotipo y con la mente abierta a ser un combinado normal con experiencia relevante en agrupaciones como Amorphis, Moonsorrow o Swallow The Sun es Barren Earth, quienes a pesar de no tener nombres tan rimbonbantes en el medio del heavy metal internacional, son de admirarse y apreciarse por el estilo musical que manejan en su debut Curse Of The Red River, fusionando death metal con el progresivo de los 70, ambos apasiguados por la melancolía, melodía vocal y un baño folclórico de donde provienen estos excelentes músicos, Finlandia.
Con la producción de un maestro de ésta escuela que él mismo originó, aunque pocos le dan el crédito, Dan Swanö, una referencia del death progresivo aflictivo que hoy en día sigue dedicando su vida a éste corte musical, Curse Of The Red River es una bestialidad de la composición que se embellece con sus arreglos y pinceladas de preciosismo que a instantes recuerdan a Opeth, una influencia muy marcada en éste redondo, pero sin embargo logran prevalecer buscándose un espacio propio con añadiduras tomadas abiertamente de Jethro Tull o los ingleses Pink Floyd.
La connotación de esos grupos citados se desprende en Flicker, un track poseído por lo brutal y por la gallardía acústica del también guitarrista de Kreator, Sami Yli-Sirniö; su pasividad se domina por la conducción de riffs poseídos por teclados orquestales, mismo que vuelve a sentirse en The Ritual Of Dawn y Ere All Perish.
Los ritmos lentos son una variante de éste larga duración, pero por igual la velocidad a medio tiempo prevalece en The Leer, inspirada por Autopsy y con sintetizadores Mogg.
Al igual que los Mogg, los Hammond, órganos que recuerdan de inmediato a agrupaciones históricas como Deep Purple o incluso Uriah Heep, se manifiestan en el sencillo Our Twilight y el track abridor que da nombre al álbum, una fusión que inicia con un ambiente estremecedor y oscuro para de pronto abrirse a la esperanza en una cadencia de potencia.
El aporte de Kasper Mårtenson, tecladista, es esencial. Su sello es el que los lleva más allá de los grupos de mismas características; al igual que él, el bajista ex-miembro de Amorphis, Olli-Pekka Laine, son fundamentales en la creación del redondo que a la par de distintas contribuciones del baterista Marko Tarvonen o el frontman Mikko Kotamäki de interpretaciones limpias y guturales, complementan un trabajo perfecto reflejado en Cold Earth Chamber, la de corte en pugna.
Como resaltábamos, el trabajo de guitarras entre Yli-Sirniö y Janne Perttilä (Moonsorrow) se agiganta con armónicos de confección sombría y de añoranza, cada uno acompaña a la voz dandole fuerza y sin quitarle atención. Esta luz puede vivirse en Forlom Waves, un vals en busca de la batalla con un piano que engrandece esa marcha para coronarse con un solo de teclado apoteósico.
Curse Of The Red River es una obra de esmero y magnificencia tal y como cierra con Deserted Morrows, una oda a guitarristas heróicos.