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Triptykon – Eparistera Daimones

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Por Antonymous Ayala

Triptykon
Eparistera Daimones

Prowling Death Records

¿Qué puedes esperar de un álbum cuya lírica abre con una declaración/plegaria de esta magnitud? Así empieza la letra de la primera rola en Eparistera Daimones de Triptykon, el esperado álbum con el que regresa Tom Gabriel Warrior a los escenarios, tras la desaparición de Celtic Frost en 2008.
 
Un disco malo, pero no en sentido peyorativo, sino el real, el antiguo, al que se refiere el padre nuestro cuando suplica set libera nos a malo… un álbum maligno con las raíces primitivas del thrash y black metal, material que desde su portada elaborada por el artista suizo HR Giger en 1978 (bautizada con el sanguinario nombre de Vlad Tepes), describe a la perfección el contenido de Eparistera Daimones, demonios dantescos erigiéndose de una matriz podrida, grotescos y pervertidos.
 
La prolongada especulación de su última ruptura y declaraciones de los ex-integrantes pierden sentido cuando los primeros acordes de Goetia generan una atmósfera oscura, para arrojar la distorsión grave, pesada y agresiva con la que retoman uno de sus temas predilectos: la religión, el engaño de las masas.
 
El productor V. Santura (1349) se ha incorporado con la guitarra para la nueva alineación de Triptykon, junto con el baterista Norman Lonhard y la joven Vanja Slajh, encargada del bajo, así, la tercera encarnación de Tom no descuida la evolución que ha tenido su música desde principios de los 90, como se aprecia en Abyss within my Soul, inspirada en el compendio Death (David Meltzer) cuando el luto perturbaba al frontman en los bosques de Bavaria.
 
In Shrouds Decayed, de inicio acústico, melancólico y artísticamente devoradora, continúa el descenso en el ritmo siniestro del álbum, que termina por rescatar una distorsión encabronada, contando en su final con los coros de Simone Vollenweider, (quien participó en Temple of Depression del último álbum de Celtic Frost y contribuye en otras canciones del disco). Es cuando la sangre que hierve en tu cerebro, te permite asimilar que efectivamente estás escuchando la segunda parte de Monotheist (2006).
 
Su desenlace desemboca en la ambiental Shrine, un pasaje breve aderezado con lamentos sepulcrales.
 
La rabia de un hombre dolido, revienta con A Thousand Lies, riff acelerado y batería incesante, sus coros desgarradores provocan la convulsión y demuestran la vigencia del músico Warrior, con los huevos suficientes para no dejarse morir, ni pretender vivir de glorias pasadas. Su legado continúa lo siniestro, lo profano y diabólico, como en la pieza Descendant, un himno al metal doom, aderezado con tonos dark y stoner, el metal suizo propio de este genio que se ha convertido en un sello propio inconfundible.
 
Elementos nuevos se descubren en el intermezzo de Myopic Empire, con el grand piano de Fredy Schnyder y la voz femenina, este es el tono más avantgarde del disco, tal como inicia My Pain y continúa el tono decepcionante.
 
La novena y última rola es The Prolonging, composición de casi veinte minutos que según reconoce Tom Gabriel, fue escrita como una oración en las tinieblas del invierno, en los interminables bosques nevados de Toten, Noruega, un himno musical a la eterna dualidad en guerra, al principio entre el bien y el mal, entre el pasado y el futuro, los opuestos, el resultado de la más pura confesión que Warrior pudiera hacer de este episodio en su vida, es uan letanía casi interminable, poderosa y lenta: "…as you perish, i shall live".
 
Eparistera Daimones, el segundo capítulo del monoteísta, representa la cumbre del género concebido por Hellhammer, que fue esculpido por los años de Celtic Frost, y enarbolado con la revancha personal engendrada en Triptykon.